lunes, 21 de enero de 2013

Relato de misterio

Tragedia en la ópera


Domingo, 20:00 h

Aquella fue una trágica noche en el Teatro Real. A las 20:00 h del domingo 13 de enero se estrenaba una ópera del célebre Franz Schubert, en cuyo desenlace, aproximadamente a las 21:30 h, la protagonista murió de una puñalada en el estómago. El público aplaudió y expresó su satisfacción con la obra, que sin duda era de extraordinaria calidad. Sin embargo, ante la inmovilidad de la actriz, pronto se supo que había fallecido realmente. De inmediato, el detective Vallejo se personó en el lugar de los acontecimientos.

José Domingo Vallejo era un hombre alto y corpulento, de unos cincuenta años. Sus ojos oscuros le dotaban de una precisa visión, que captaba el más mínimo detalle. Su cabello era castaño, con unas pocas canas. Una densa barba le cubría la parte inferior del rostro. Psicológicamente, era un hombre decidido, inteligente y carente de miedos. Era un detective experimentado en el arte de la resolución de misterios.

-¿Qué tenemos? -preguntó el experimentado detective.

-La actriz murió en plena actuación. Se desconoce la causa de la muerte. Los forenses lo están investigando -respondió la agente Domínguez.

-¿Cómo se llamaba la víctima? -inquirió de nuevo Vallejo.

-María José Alesga.

-¿Su edad?

-68 años.

-¿Dónde vivía?

-Aquí, en la Plaza de Oriente.

-Bien.

Lunes, 10:00 h

Comenzó la investigación. Vallejo interrogó a posibles culpables y desveló información relevante.


El principal sospechoso era su exmarido, José Luis Hidalgo, al que había denunciado previamente la víctima por acoso. Era diputado a Cortes y vivía en la Gran Vía. Sin embargo, tenía coartada: a la hora del homicidio se encontraba en el Congreso de los Diputados.

Otro posible autor de la muerte pudo ser Francisco Rodríguez, el primo de la víctima, que tenía un pleito con María José por la herencia de unas tierras. Era un abogado que trabajaba en un bufete de la calle Alberto Aguilera. Desafortunadamente, éste también tenía coartada: alegó que a la hora de la muerte se encontraba en su despacho de Alberto Aguilera.

Además, otra sospechosa era su hermana Juana, aunque aparentemente no tenía motivos para matar a María José. Vivía en la Plaza de Isabel II, que linda con el Teatro Real. A la hora de la muerte estaba como espectadora en el Teatro Real.

Lunes, 19:00 h

Aquella tarde el detective Vallejo no salió del despacho. Estaba meditando, buscando hipótesis, pero nada: no había pruebas y parecía imposible dar con el culpable. Pero entonces, cuando estaba bebiendo una taza de café, el forense se presentó en el despacho. Éste le reveló que que la víctima falleció por intoxicación, producida por veneno de la serpiente áspid.


Conociendo este relevante dato, Vallejo, que ahora estaba más motivado, interrogó de nuevo a los sospechosos, para saber más sobre sus movimientos durante el día de la muerte. Obtuvo información decisiva: el exmarido mantuvo una discusión con la víctima tres horas antes de su fallecimiento, algo que apuntaba a Hidalgo como principal sospechoso. Además, Juana, la hermana, habló con la víctima una hora antes de la muerte.

Martes, 10:00 h

Al día siguiente, el detective Vallejo se presentó en el despacho a las 10:00 h. Estaba decepcionado: el caso se complicaba cada vez más, como un rompecabezas de mil piezas. No había pruebas suficientes para culpar al exmarido y la lista de sospechosos seguía siendo demasiado extensa.


Pero entonces, el forense volvió a sorprender a Vallejo. Según su investigación, el veneno había sido  suministrado una hora antes de la defunción, y ejerció su efecto a las 20:00 h. Además, el veneno se le suministró por medio de una bebida.

Tras conocer esta nueva información, el detective Vallejo y el equipo de policía inspeccionaron los pisos de los sospechosos. Entonces una pista decisiva esclareció el caso.

Martes, 12:00 h

En el piso de Juana Alesga, la hermana de la víctima, se halló una serpiente áspid, la que produce el veneno que mató a María José. Sin embargo, como bien sabía Vallejo, ése no era motivo suficiente para  arrestar a Juana, ya que no estaba demostrado que fuera ella. Además, resultaba imposible identificar huellas dactilares de Juana, porque había transcurrido demasiado tiempo desde la muerte y se habían borrado. No obstante, esta nueva información situaba a la hermana como principal sospechosa.

-Sin duda es un gran avance, pero sin pruebas no hay juicio. ¿Cómo vamos a pillarla? -se lamentó Vallejo.

-No sé, aunque si una cámara hubiera grabado la escena del crimen... -dijo la agente Domínguez.

-¡Claro, eso es! ¡La cámara!

Martes, 21:00 h

Vallejo ya tenía una hipótesis; Juana, desde pequeña, sentía envidia de su hermana, porque María José impresionaba a sus padres con su talento para la ópera, mientras ella no destacaba y permanecía en el olvido. Además, con los años, Juana había adquirido trastornos mentales fruto de la soledad y de la vejez (tenía 70 años, dos más que su hermana). Por todo ello, decidió acabar con la vida de su hermana, aprovechándose de su perfecta coartada (estaba de espectadora en la obra de su hermana, algo que disiparía la idea de su odio a María José). Le suministró el veneno por medio de una bebida, que le entregó a María José cuando hablaron antes de la ópera.

Por tanto, ya sólo había que encontrar grabaciones que corroborasen la culpabilidad de Juana. De inmediato, la policía se dirigió al lugar donde conversaron las dos hermanas una hora antes de la muerte, en el Teatro Real. Y en efecto, existía una cámara de vigilancia en aquella sala. Inmediatamente, trasladaron la cámara a la comisaría. Allí analizaron su contenido y, afortunadamente, en el vídeo se veía a Juana entregándole a su hermana una copa de vino. Sin duda, aquella era una prueba más que suficiente para culpar a Juana.